El packaging es hoy un accesorio indispensable, tanto por la funcionalidad que ofrece al cliente como por una cuestión estratégica de negocio, considerando sus costes y en la medida en que funciona como una especie de escaparate en el primer contacto con el público.
Incluso puede parecer algo muy sencillo, que pasa desapercibido en nuestro día a día. Sin embargo, debemos recordar que prácticamente todo nuestro consumo viene protegido por empaque, ¿no?
Podemos definir el envase como un objeto cuyo objeto es proteger el contenido, manteniendo sus características, en todas las etapas, desde la producción, pasando por la distribución, el almacenamiento y la comercialización, hasta llegar a su consumidor final.
Pero no siempre fue así.
Los estudios indican que los primeros envases aparecieron hace unos 10.000 años, cuando surgió la agricultura, lo que supuso una gran innovación en la forma de recolectar los alimentos.
Acompañando a este nuevo método de obtención de alimentos, surgió la necesidad de almacenar lo cosechado.
Los primeros artículos utilizados como empaque fueron cáscaras, cáscaras de coco y hojas, que se encuentran fácilmente en la naturaleza. Estos materiales servían para transportar agua o almacenar alimentos en pequeñas cantidades.
Luego los envases comenzaron a ser más elaborados, como recipientes hechos para almacenar líquidos y alimentos. Los floreros ofrecían ventajas en cuanto a la protección de los alimentos y una mayor eficacia frente a problemas como la humedad, los animales y las plagas, tan habituales y, en su momento, amenazantes.
A medida que surgen nuevas necesidades en una sociedad que ha dejado de ser nómada y ha adquirido una mayor complejidad, los procesos de fabricación de envases también se vuelven más complejos. Comenzaron a desarrollarse cuencos esculpidos, artículos elaborados con pieles de animales, vasijas y jarrones de barro, canastos de fibra, entre otros.
A continuación, el factor que exige innovación en el envasado es el movimiento de contenidos en grandes cantidades y largas distancias. Con pueblos cada vez más numerosos, transportar la cosecha del campo a la ciudad requiere un mejor embalaje.
Más tarde, en el Antiguo Egipto, se observaron técnicas de conservación revolucionarias con el uso de sarcófagos, una especie de grandes envases producidos con varias hojas de papiro y lino, con capacidad para preservar el cuerpo allí depositado de una rápida descomposición.
Ya en la era de los descubrimientos, tenemos la barrica de madera como embalaje central para almacenar vino, agua y alimentos durante largos periodos de tiempo.
A lo largo de esta historia, siguiendo los pasos de la civilización, los envases han ganado nuevos contornos y materiales: hojas, conchas, arcilla, madera, metales, vidrio, etc.
Hoy, la tecnología ha traído la posibilidad de numerosos envases para proteger los alimentos y otros contenidos. Y todo el tiempo aparecen nuevas opciones de materiales y formatos, cada uno con sus características según el contenido.
Evolucionando cada vez más
La preocupación por la integridad de los envases y por el proceso en que se realiza este llenado forman parte de todo un conjunto de buenas prácticas que garantizan la estandarización de la producción y que entregan alimentos libres de agentes químicos, físicos o biológicos.
Los materiales de baja calidad y los procesos de producción manuales son cosa del pasado. Lo que se espera de la industria es excelencia para atender la demanda, a través de buenos equipos de envasado y máquinas llenadoras capaces de proteger las propiedades de los alimentos y otros contenidos.
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